De niña, en Rota, había un hombre que pregonaba «Cuscurros y cositas buenas», y nos alborotaba a todos porque realmente las cositas buenas eran extraordinarias y los cuscurros eran como unas galletas duras de almendra y canela. Nos encantaban y mi madre, la pobre, intentaba dosificarlas, para que aprendiéramos a controlar nuestros impulsos, pero no había manera, en cuanto abría la alacena desaparecían como por encanto…y nunca se encontraba a los culpables,
Estos cuscurros de pistacho son verdaderamente extraordinarios de ricos y estoy deseando volverlos a hacer, en cuanto pierda los 4 kilitos que me sobran ahí estaré amasando pistachitos.
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