Berza gaditana

La berza en Cádiz no es una verdura, ni col, ni similar, es una mixtura de cocido y potaje de garbanzos, aunque se le pueden añadir también algunas alubias blancas. Es sabrosísima y riquísima en todas sus variantes: de habas y guisantes, que es la que se explica en el video, de espinacas, o de acelgas y apio.
Por si acaso, y porque soy algo caótica en mis producciones audiovisuales, consigno aquí todos los ingredientes:
Para cuatro personas:
Garbanzos en la cantidad que cada casa estime oportuno, medio kilo está bien para cuatro personas.
750 grm de jarrete de ternera
Un trozo de tocino fresco y otro más pequeño de tocino curado (poquito si hay restricciones de colesterol, pero si es tocino ibérico se puede uno relajar).
Chorizo y morcilla al gusto (2 + 1, por este orden, es mi recomendación)
medio vaso pequeño de aceite de oliva virgen
sal
un pimiento
una cebolla
una cabeza de ajo
una ramita de hierbabuena
una patata


No estoy muy segura de si comer berza en verano es un sacrilegio o se gana indulgencia plenaria, se lo preguntaré a Rouco.

Rejas invisibles

(Vanessa Bell, retrato de Virginia Woolf)


«(…) y un exquisito aroma a olivas, aceite y salsa salió de la gran olla marrón cuando Marthe, con un gesto levemente teatral, alzó la tapa. La cocinera se había pasado tres días confeccionando aquel plato. Y ella tendría que esmerarse, pensó la señora Ramsay, zambulléndose en aquella tierna masa, y elegir una tajada especialmente jugosa para Williams Bankes. Examinó el interior de la olla, con sus paredes resplandecientes y la confusión de suculentas carnes doradas, hojas de laurel y vino, y pensó.»
Al Faro. Virginia Wollf.

Mi lectura de la Wollf es recurrente como las olas. Me gusta creer que comparto con ella esa tendencia a la introspección, la reconstrucción figurada del mundo real, el análisis de las personas que conozco; ya sé que es soberbia por mi parte semejante comparación.
Esa «rumia» constante sobre lo que nos rodea, las conversaciones, la gente, forma parte de un universo que sí reconozco como femenino. A veces ese»cuarto propio«, es nuestro propio cerebro, quizá porque nunca tuvimos nuestro espacio o porque el único lugar propio fue la cocina.
Vienen a visitarme antiguas alumnas, me cuentan sus vidas actuales y me consultan sus peripecias sentimentales como cuando eran adolescentes. Me produce una íntima alegría comprobar que hay algo de aquel afecto antiguo que sigue intacto, y me deja un regusto amargo ver cuán hondas son las raíces de la sumisión entre las mujeres de mi tierra, incluso de las más jóvenes. Hay un sólido entramado emocional que ata fuertemente la libertad de estas chicas y se encuentra en sus obsesiones sentimentales, en sus necesidades afectivas y no se cura con leyes sobre igualdad, ni cuotas, aunque no vengan mal.
Seguramente existen aún muchas rejas invisibles que tardaremos años en abrir.

Eslava o el ala oeste de la ciudad.

Ensalada de rúcula, hojas de roble y calamares con trufa.
Tenía quince años y las piernas flacas, desproporcionadamente largas, en un cuerpo de niña que no acabana de medrar en mujer; pero yo sabía que gustaba y siempre había algún compañero de clase con quien perderse por el laberinto de calles que me llamaban hacia el oeste, a Santa Clara, al compás fino y fresco del convento, a enfrentarme con la estatua del odiado Fernando VII, para quedarme luego embrujada con el patio y magia de la Torre de Don Fadrique. Siempre llevaba allí a mis postulantes, a mis amigos, a los más íntimos, a cualquiera que me hubiera tocado el sentido del querer.

Ahora no se puede visitar la Torre de Don Fadrique, pero toda esa parte de Sevilla es muy paseable, y además está Eslava, el bar y el restaurante. Me gusta por tantos motivos que no podría escribirlos aquí todos.

El lugar es pequeño y acogedor, pocas mesas y una carta corta pero suficiente, de materia prima fresca y de excelente calidad, preparados con gusto, sobriedad y la fusión de lo tradicional y lo innovador. El dueño se acerca discretamente a cada grupo para interesarse, con timidez y delicadeza, por todo. La decoración es moderna y también decadente, una contradicción encantadora, y el baño tiene colonia Álvarez Gómez. El pan de Alcalá, blanco, candeal, pero que ya no se hace bueno, tan bueno, en ningún sitio, no sé dónde lo consiguen. Recuerdan, prodigio de la ciencia o de la magia, lo que me gusta y lo que no. La deliciosa ensalada de rúcula que fotografié ahí arriba…
Es una alegría comer allí…aunque se esté bien acompañada.

Esas pequeñas cosas

Si hubiera un sistema automático de revisión de los objetos que usamos con más frecuencia en la cocina, tal como hace Windows con los programas que tenemos en «Escritorio», la mayoría irían a la papelera de reciclaje. Se me ocurren distintos motivos: excéntricos, demasiado elegantes, delicados o frágiles, decididamente inútiles, viejos, antihigiénicos…y voy a parar ahí.
Pero los que se llevarían el premio a la obsolescencia son los de la foto, van numerados pero no he establecido ranking de inoperancia:

1º.- No tengo ni idea de qué es ni cómo llegó a parar al cajón de los cubiertos. Si alguien sabe algo que me dé pistas en los comentarios.

2º.- ¿Quién no tiene un abrelatas que no sirve? Es curioso pero en casa no nos determinamos a tirarlo, como si algún santo protector de los rincones ocultos de la cocina fuera a realizar el milagro de arreglarlo.

3º.- Típico cuenquito de madera, horrible, que alguien regaló con las mejores intenciones. Imposible usar, inhumano tirar .

4º.- Esto es una cubitera de hielo unipersonal, de cristal tallado eso sí. Me lo regaló un escocés. que cogió tremenda cogorza en casa. No sé muy bien en qué circunstancias presentar algo así, me parece muy triste.

5º.- Palas de levantar claras de un aparato removedor de masas que tiré hace tiempo. Sólo tenía un par, han debido hacer crías en el cajón porque no sé de dónde salieron las otras dos.

6º.- Este es un caso de abducción de manual, apareció un día y se quedó. No ayuda en nada, pero tampoco estorba demasiado.

7º.- Cuchillo para cortar lechuga, aunque no las corta demasiado bien, la verdad. Me lo regaló mi madre que era una gran aficionada a los chismes inútiles y los compraba en grandes cantidades cuando salía de viaje. Este puede que sea neoyorkino. No tengo corazón para tirarlo.

Estoy tentada de hacer un meme.

Piriñaca y gambones a la plancha.

Es lo más sencillo y por eso se convierte en un plato exquisito cuando se sube de la playa pasadas las tres de la tarde con mucho calor.

Observaciones:

1º No encuentro el puñetero micro y no puedo hacer comentarios.
2º La piriñaca suele llevar un lomo de caballa en aceite, pero como éste va con gambones no se lo puse.
3º Siento mucho la trepidación, pero eso lo acerca más a un corto de Dogma.(jajajajja)
4º La fresas con helado de dulce de leche son el postre y están buenisísimas.