Una amiga viene de noche con una botella de aguardiente de champán y un saco de penas calladas. Sólo quiere charlar y reir.
Beber y hablar de madrugada con ella es un placer poco frecuente, así que para tener energías acompaño el licor con unos bombones experimentales que hice la víspera y quedaron buenos.
No soy amante del chocolate por eso lo distraigo con los complementos que más me gustan: naranjas confitadas y avellanas.
No es complicado confitar unas mondas de naranja dulce: las hiervo tres veces, cambiando el agua, para que expulse lo amargo y luego las sumerjo en un almíbar denso, la misma cantidad de azúcar que de agua. Si queremos complicar un poco más la cosa se pueden embadurnar de caramelo y dejarlas endurecer para que crujan luego bajo su envuelta de chocolate, pero me gustan menos dulces.
Las avellanas sí van garrapiñadas y, una vez endurecidas, las paso por el chocolate fundido y las dejo enfriar.
Muchas calorías, pero hacen madre en el estómago para el alcohol de 40º de Moët Chandon, que permite abrir el saco de penas y poner algunas alegrías.