Menú rápido: Judías verdes salteadas con jamón y calamares fritos

La realidad de mi cocina está muy cargada de agobios y en la misma medida de placer. Lo corriente son las prisas con las que hoy he grabado, comidas sencillas, de batalla. Y mi familia con los tenedores en ristre esperando a que haga la última foto, quejándose y juramentando por la madre que parió al blog…que no es otra que yo misma.
Lo mejor es cuando tengo ingredientes frescos, comprados el día antes, y puedo trabajar, aunque sea contra reloj, en algo rico y sano. Pero la improvisación atraviesa la cocina y la nevera como Pedro por su casa, y tengo que apañarme con las típicas cosas que vegetan tristemente en los estantes. Envidio ferozmente a aquellas personas de neveras bien surtidas y organizadas, limpias y frescas, con todo perfectamente envasado y los recursos necesarios para pergeñar una exquistez en el momento que se lo proponga. Seguro que no tienen el bacon amojamándose en su envase de plástico semiconsumido pero con las típicas dos lonchitas sequeronas.
La organización no es mi fuerte y además siempre ando metida en mil cosas que me interesan, por eso la nevera me mira con rencor y de vez en cuando destila un veneno terrible que me lanza a la cara en forma de pimiento comido de moho, calabacín blandurrio y marronáceo o tuperware olvidado con no sé qué seres, venidos de otra galaxia, haciendo fiesta en su interior. ¡Qué mezquina y artera, la muy bruja, no me pasa ni media!
Hoy he querido hacer este vídeo porque es lo normal, lo sencillo, el menú fácil y sano que se hace con frecuencia en casa. Eso sí el jamoncito, tan bueno, no es de todos los días.
Y ya véis que no me da tiempo ni a ponerme el delantal.



Videoblog de recetas

Lenguas de bruja. Galletas para el 31 de octubre

No soy yo aficinada al Halloween, una costumbre norteamericana que año tras año se va imponiendo en España y otros países de Europa, pero veo lo bien que se lo pasan los niños.
Ví estas galletas en el blog Cuisine de Campagne, que es uno de mis favoritos y del que he tomado algún préstamo en mi cocina habitual, con blog y sin él. El original, quiero decir el que hace la dueña de la receta, es más impresionante que el mío pero seguro que con práctica me saldrán mejor cada año.
Las dejo aquí por si os vienen bien estos días.

Tarta de cumpleaños. Renovando masa de Rosco de Reyes

Hoy es el cumpleaños de Camerawoman que está, la pobre, asistiendo a clases por la mañana y por la tarde de becaria en una productora. Me ha pedido una tarta hecha con la masa del Rosco de Reyes, pero rellena de crema y cubierta de chocolate. Dicho y hecho, ahí está la foto de arriba.

Es muy sencilla, sólo hay que preparar una crema pastelera para el relleno y la cobertura es chocolate con leche diluido en un fondito de leche y luego otro poquito más de leche con una cucharada de maizena o de harina de maíz, así queda más jugoso.

En vista de que siempre sobra masa hice el bollo de abajo: extendí con la mano un poco de masa y dentro le puso una oncita de chocolate con leche, luego la enrollé y la puse en un molde, así siete rollitos, que dejé levar en el horno como 45 minutos (igual que en el rosco) y después poner la temperatura de horneado y así queda, como un bizcocho de pequeños pan con chocolate (pain au chocolat).

Estoy esperando que vuelva a ver qué cara pone.

Alubias blancas con Confit de pato

Las alubias con pato confitado son deliciosas, sobre todo por lo suave de las judías y el sustancioso sabor que le da el pato. Mi hija mayor es muy aficionada a este plato, le encanta «la cuchara». La receta me la he inventado y dice ella que está más rica que la original, que descubrimos juntas el año pasado en un «bistrot» de la Rue de Beaux Arts, por el barrio de Saint Germain.
Mi hermana mayor, que es médica, y aprendió a hacer foie en Provenza, mantiene que la grasa de pato no es mala para el colesterol…aunque ella tiene el colesterol alto y le encanta el foie, de manera que no sé si podremos fiarnos porque parece algo partidaria.
El caso es que este potaje no lleva más grasa que la del pato, y debo confesar que está riquísima. Pudiera ser que no se deba comer demasiadas veces, pero cuando lo hacemos será sin cargo de conciencia, disfrutando de lo lindo.

Algo para leer

Ha caído, recientemente en mis manos, un librito de Julian Barnes que me ha hecho pensar y reír, mucho reír y menos pensar, que tampoco doy yo para mucho. El autor hace una serie de consideraciones sobre su biografía como cocinero y luego analiza con mucho ingenio los libros de cocina, los que usa o los que compra compulsivamente, que es un pecado frecuente entre los que cocinamos cada día.
Me encantó que se definiera primero como el tipo de cocinero que adora recibir instrucciones precisas, porque es el que más abunda en mi entorno doméstico: el «cocinero accidental» de mi casa no para de pedirme instrucciones y me cansa con sus preguntitas concretas, a las que yo no sé responder. Imagino que la cocina, la familiar que no la profesional, ha sido un espacio cerrado para muchos hombres durante demasiado tiempo, por eso quien entra tarde en ella busca normas y reglas que le permitan moverse con cierta seguridad. Atribuyo más a eso que al carácter la necesidad de ser «El perfeccionista en la cocina«, que es el título del libro en cuestión, del que he seleccionado este párrafo ilustrativo de su contenido con el que estoy completamente de acuerdo:

(…) la relación entre la cocina profesional y doméstica tiene similitudes con un encuentro sexual. Una de las partes suele ser más experimentada que la otra; y cada una de ellas debería tener derecho a decir en cualquier momento: «Esto no lo hago».
 
El libro, que es muy divertido, me hizo reflexionar sobre la clase de cocinera que soy. Desde luego no una perfeccionista, aunque me molestan las recetas que son un tongo, aquellas que ni en broma salen como dicen los libros o como se ven en las fotos. Más bien creo que mi hacer en la cocina es intuitivo, anárquico, un poco creativo y sobre todo está lleno de suerte, porque la suerte es tan importante como la experiencia. No es que no busque la perfección en las recetas, rechazando los platos cuando me salen mal, o no todo lo bien que espero, pero con mucha frecuencia me salen bien a la primera, o eso dicen en casa, de manera que tiendo a confiar demasiado en mi misma, de ahí que no me dé apuro decir que las magdalenas son deliciosas o que la ensalada es excelente.
Aunque últimamente estoy pensando que estoy rodeada de pelotas. Ser pelota de una cocinera es un asunto muy rentable, que tiende a acumular halagadores/haraganes, porque pocas actividades necesitan más de palabras de elogio que la de hacer la comida cada día.