Concurso de Cocacola.

Come bien cada día con Coca-Cola

Estoy contentísima porque soy finalista del concurso de Cocacola «Come bien cada día«, hoy lo ha hecho público Txaber Allué , el Cocinero fiel. Hay más fases y yo me doy con un canto en los dientes de haber llegado hasta aquí.

La segunda fase depende de los votos populares, si os apetece votar podéis hacerlo aquí.

¡Qué ilusión!

Huertas en la ciudad

Estoy intentando echar fuera los 3 kilos que he pillado en verano y los fines de semana me obligo/obligan a hacer el «recorrido de los tres parques», que así es como le llama mi preparador personal (es decir «mi santo»). La batalla sobre ruedas consiste en recorrer desde el campo del Betis, más o menos, en dirección norte hasta el «Huevo de Colón (un monumento que se encuentra en San Jerónimo) justo al otro lado del eje Norte/Sur de la ciudad. Por el camino se recorren los parques de María Luisa, el de San Jerónimo y el del Alamillo, después volvemos. Son muchos kilómetros y he preferido no hacer la cuenta para no «inritarme«, porque el calor era de los de calidad superior de luxe, luxury extremo.


Tenía mucha ilusión y ganas de ver estas huertas que hay al final del parque de San Jerónimo. El sur, mi Sur, es agrario y hasta hace no mucho era haitual ver actividad del sector primario por los alrededores de Sevilla. Ahora lo que no es construcción es industria, polígono comercial o parque empresarial y los ciudadanos hemos perdido algo de nuestras raíces.
El Ayuntamiento a instancias de Asociaciones de vecinos y otras instituciones ha puesto en marcha un plan de recuperación de huertas entre las que se incluyen las de estas fotos.
Me ha entusiasmado verlas, son de pequeño tamaño, algunas ya están limpias, otras tienen berenjenas y calabazas, como la que está arriba. Otras protegen sus cultivos de los gorriones, que bullen como manadas, verdaderas plagas porque pocos animales hay más listos que los gorriones urbanos, que han visto «comida servida» en estos trozos de tierra primorosamente cuidados.
Me llamó la atención el espantapájaros, es el reciclaje de objetos modernos más original y extraordinario que he visto en tiempos. La botella de dos litros de refresco, ensartada en otra cortada de forma transversal y con los CDs viejos a cada lado para ver si con ello se «corta» un poco la pajarería volante, que en esos momentos no estaban porque, ya digo que los gorriones son listos, a esa hora, con este sol, estaban en lugares recónditos y oscuros esperando que pasara «la caló».
Mucho me temo que el «espantapájaros» sirve de poco, ya se ve que el dueño también puso una malla de plástico verde sobre los cultivos tiernos.
Resulta un paisaje hermoso y enternecedor que invita a reflexionar y a imitar ese trabajo, tan esclavo, que es el de la huerta.

Pescando


Salimos ayer a pescar y como hay gente que me achucha para conseguir pesca desde sus comentarios (no es por señalar Josemari). Tuvimos que esperar bastante tiempo hasta conseguir dar con un banco de peces ballestas, que son muy voraces y conseguí pescar dos a cimbel, de buen tamaño.

Su carne es muy rica, se puede preparar como la del gallo, a la plancha o mucho más ricos empanados. Sabor delicado y fresco, suave y marino.
Tan voraces son que se persiguen unos a otros y se pueden ver en superficie.

Ratafía de guindas para helados


No hice vídeo de esta receta, pero creo que merece la pena y pongo hoy aquí el antes y en vídeo haré el después con su correspondiente helado.

Tenía un viejísimo aguardiente que alguien me regaló y que en casa no tomamos nunca, también tenía unas cerezas que se me iban a pasar si no las comía en el acto, pero no estoy yo últimamente con mucho apetito, y busqué en el libro de Michel Bras una receta y me encontré esta Ratafía que servirá para acompañar helados dentro de un mes:
Ingredientes:
250 gms de cerezas (en mi caso han sido picotas)
65 gms de azúcar
un vaso de aguardiente (12 cl),
Preparación:
No quitar el hueso de las cerezas, colocarlas en un bote esterilizado sin aplastarlas. Echar el azúcar y el aguardiente. Cerrarlo y olvidarlas en algún lugar oscuro y fresco durante un mes como mínimo.Cuando haya pasado ese tiempo, filtraremos el alcohol y nos quedaremos con las cerezas a las que podremos quitar ya el hueso y macerarlas en un poco de azúcar y marrasquino al gusto, cortándolas en trozos más pequeños.
Las pondremos de acompañamiento enriqueciendo un helado neutro, por ejemplo de vainilla, lo que toda la vida en Andalucía se ha llamado un «mantecado helado«.
Adelantándome a los deseos de algunos amigos, efectivamente había hecho más cerezas (esta vez sí del Valle del Jerte) maceradas en orujo gallego (en honor a mis buenas amigas gallegas y porque es una maravilla, Marga), también vale un anís seco, Carmen. En esta ocasión he dejado uno de los tarros para abrirlo en Navidad, y le he quitado los huesos a las cerezas, pero están con la misma proporción de azúcar.

Desde el otro lado del Atlántico y desde éste

Carolina Fita, desde Buenos Aires, le ha dado otro «aire» a los parisién, pues en vez de rellenarlos de crema les ha puesto pasta de almendras, y una vez en el interior del horno ésta se ha derretido, quedándole unos bollos superextraordinarios como se puede observar en la foto que me ha adjuntado en su carta, y que están pidiendo un café o un chocolate donde morir con dignidad.

Añade Carolina que su familia dio buena cuenta de todos y que no quedaron ni las migas.
Y yo digo que me encanta cuando ocurren estas cosas, soy feliz.
Desde este lado Lidia Gil ha hecho la misma receta maravillosamente también, que se ve en la imagen lo tiernos y esponjosos que le han quedado.

En cuanto al relleno le ha puesto uno de mis favoritos: ¡Cabello de ángel! ¡Qué ricooo! Así que estas
dos estupendas vienoisières nos han
dejado dos versiones magníficas de la misma receta. Y eso que ambas acaban de poner las manos en la masa como quien dice.
Por otro lado este fin de semana he estado en París, mi hija mayor vivirá allí dos meses y he ido a visitarla. Nos ha cundido el tiempo, sobre todo gastronómicamente y espero que se note en algunos pequeños detalles, nada importante. Hemos comido extraordinaramente bien (y bebido) eso sí, a veces, a unos precios un poco altos, pero por una vez ese tipo de cosas merecen la pena.