Me vuelven loca tanto los higos como el olor de las higueras. Recuerdo de niña despertarme temprano en septiembre para subir a las ramas de la higuera y buscar los higos maduros, comerlos a la temperatura del amanecer era una delicia. Son dulces como pocas frutas, tanto que teníamos que disputárselos a las avispas. Humildes, porque ves higueras salvajes en cualquier sitio, creciendo sin ayuda ni amparo de nadie.
La receta, de temporada de verdad, es muy sencilla y acompaña perfectamente una tostada con aceite y queso de cabra, que de por sí ya constituye casi una comida completa.
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