Cuernos de Cabra

Por el norte de España son rojos, creo, pero éstos de ahí son de Conil, se parecen a la variedad italiana que se producen en Almería, pero los de las huertas del atlántico gaditano tienen un aroma único.

Yo nací en junio y con días me llevaron a Rota, donde mi familia pasaba aquellos veranos tan largos de antes de las reformas escolares. La casa estaba próxima a la playa y tenía un huerto con un aljibe redondo en medio que recogía agua de lluvia y estaba lleno de larvas de mosquitos, que yo siempre pensé eran sanguijuelas. La tierra de arena fina, más que la de la playa, daba tomates, pimientos, melones, sandías y uvas, unas viñas de uvas moscatel que con dos granos nos llenaban la boca de un jugo dulcísimo, si éramos capaces de esperar a que maduraran. Allí vivía mi amigo el lagarto que solo yo podía ver porque a las horas que iban los demás «estaba en la oficina»; de allí salían los escarabajos peloteros que, cruelmente, toreábamos en una plaza de toros de cartón. La reina del lugar era la gallina negra que cada verano se ponía clueca y pasaba orgullosa con sus pollítos mestizos, amarillos y oscuros. Por allí caminaban, como borrachos, los idolatrados camaleones.
No es fácil encontrar estos cuernos de cabra en los supermercados o en las plazas ahora, la especulación inmobiliaria se ha cargado la huerta y son pocas las familias que se dedican a cultivar en esas arenas de secano, con escasa agua para riego.
Siempre que hago gazpacho o cubro con estos pimientos fritos una tortilla de patatas me viene a la memoria esa infancia medio salvaje que tuve, ese raro privilegio.

El viento en los sauces

Son muchos los cuentos infantiles en los que las meriendas, los banquetes o los elementos maravillosos están relacionados con la comida: el cumpleaños del sombrerero loco, las tartas de Rumpeldinsky, la casita de chocolate de Hansel y Gretel, la cesta de Caperucita…
Por razones profesionales he vuelto a leer «El viento en los sauces» este lluvioso sábado, y , como ocurre con algunos cuentos infantiles, se disfruta mucho más leyéndolos de adulto.

La obra de Kenneth Grahame es un clásico, que como decía El Gallo, es algo que ya no se puede hacer mejor, pero además lo es por su frescura y actualidad.

La reivindicación del respeto por el medio natural a través de la vida junto al río del Topo y el Ratón de agua, la lírica descripción de la naturaleza y de los paisajes del sur de Inglaterra, evocados con amor y nostalgia, son el mejor alegato ecologista.

Y está esa adorable reunión de solteros- single que se dice ahora- ajenos a los vínculos tradicionales que son el matrimonio y la familia (el propio Grahame tuvo experiencias dramáticas y trágicas con su familia parental y con la que luego formó), pero atentos, sensibles, tolerantes y solidarios unos con otros. Y por si fuera poco absolutamente todo lo festejan comiendo.

Las referencias gastronómicas son constantes, amistad y buena mesa parecen los fundamentos de la felicidad. Para una merienda campestre: fiambre de gallina, fiambre de lengua, fiambre de jamón, de buey, trucha en escabeche, emparedados, albóndigas, ensalada, panecillos regado todo con cerveza de jengibre. O esa comida sencilla a base de bacon con habichuelas tiernas y budin de macarrones, ¡qué cosa tan extraordinaria un budin de macarrones!, me encantaría probarlo.

En realidad lo que me gustaría es que el Tejón me invitara a pasar unos meses a su casa.

Pesto ( o la aprendiz de bruja)

Después de esta experiencia mía con el video, debo reconocer que el cocinero fiel es un artista y sus videos son geniales.
Lo mío es caótico, raro y cutre, no hay más que verlo, pero ha sido mi primer intento, yo solita con una mano en la máquina y la otra en el mortero. Lo bueno es que el pesto me salió muy rico, lo malo es todo lo demás.
Como todavía no he aprendido a introducir sonido, explico por escrito algunas cosas que se ven en el video. La salsa pesto procede de la Liguria y allí el aceite es muy suave por lo que propongo uno de oliva refinado, pero además yo caliento el aceite, lo frío un poco con una guindilla (que luego quito) y lo dejo enfriar sólo un poco, el tiempo suficiente para que no queme las hojas de albahaca. Normalmente uso la thermomix, pero en el video se puede ver que sale también a mano con el mortero.
En fin, aquí está lo primero de producciones «delantal»:



Videoblog de recetas

Amsterdam


Daría unos años de mi vida por poder vivir unos meses en Nueva York, pero no es la única ciudad del mundo donde me gustaría vivir, Amsterdam también es una de ellas.
Un simple bocadillo vegetal ante el Rijksmuseum después de una mañana de darle al pedal es un placer único, o cenar una noche en el New King un pato cantonés, pidiendo número como en la pescadería, para después pasear por le barrio chino y subir a uno de esos recónditos, temibles lugares donde te dan un masaje en los pies que te mueres de dolor aunque luego caminas por la calle como si volaras.
No está mal el rijsttafel en el Cilubang, buena mesa y lugar encantador. Pero entre todos los que probé el que más me gustó fue La reina del ajo «Queen Garlic», por su desenfado, por la proximidad y esquisitez de trato de todo el servicio y porque sus platos son extraordinariamente caseros y elaborados que es la mezcla que más me gusta.
El sitio es tan pequeño que podrán caber veinte personas, no creo que llegue a treinta, con una decoración divertida y desenfadada. Los que lo atienden tienen ese aire cautivador de los amsterdameses, que desarrollan su trabajo concienzudamente pero dando la sensación de que están encantadísimos haciéndolo.
Yo pedí «spaguetti vongole» aunque no sé si la carta decía eso exactamente, pero se trataba de una humeante fuente de una pasta estupenda con muchísimas almejas guisadas a la marinera como las hacía mi abuela que era vasca. A mí me pareció que no podría con todo aquello pero estaban tan requetebuenísimas que no dejé más que las valvas. Y de segundo un atún perfectamente asado en el punto justo, que ni enTarifa; la guarnición era un delicioso panaché de verduras.
No pude pedir postre, pero me dijeron que el brownie con helado de chocolate era soberbio.
Probamos también la comida india y la Rose`s Cantina más agradable por el sitio y la gente que por la cena en sí.

Corazón helado

Vuelvo a mi restaurante favorito, que lo es a pesar de que tiene una acústica perversa que me impide charlar a media voz con quien me acompaña.
Y vuelvo con la inquietud de una novia buscando los viejos/nuevos sabores con que me sorprende siempre, con la expectación de probar fusiones distintas para la vieja cocina tradicional.
Pero en ocasiones, el lugar preferido se convierte en una especie de amante perverso que me ignora haciéndome esperar media hora entre plato y plato, decide no servirme lo que quiero con la inexcusable excusa de que no tiene la calidad necesaria y desaparece a la hora de hacer balance y cuenta.
Me hiela el corazón…
…sin necesidad de hidrógeno líquido.

Y aquí estoy decidiendo si darle otra oportunidad o cortar para siempre y devolverle la carta.