Apenas cuatro generaciones nos separan del hambre. Hasta hace nada endémica entre los jornaleros de la España latifundista.
(…)En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre. (…)
Unos amigos con huerto me han regalado unas habas tiernas, recordé cómo se preparaban cortadas y enteras en casa de mi abuela, refritas con ajos y hojas de lechuga.
Cuando estaban crecidas, oscuras como un cardenal en el muslo, las rehogaban con el aliño de los espárragos trigueros, «esparragadas». También se las he visto dar secas a las vacas.
Hoy se venden en bolsitas congeladas o en exquisitos tarros, fritas en aceite de oliva, las habas baby. En poco tiempo nos hemos vuelto ricos y sobrealimentados, prueba evidente de que se puede acabar con el hambre.
Las he desenvainado disfrutando de la blancura interna del envoltorio, húmeda, blanda; de las manos me subía el fresco olor a tierra, amargo, de la diminuta simiente.
Las puse en una sartén con aceite y cebolletas; luego las dejé hacerse nadando en un chorrito de vino blanco de Cádiz, agua y sal. Al final, una vez consumidos los líquidos, trocitos de jamón y preparadas para hermanarse con unos huevos revueltos.
No tantas generaciones desde el hambre, apenas dos. Yo ando escribiendo sobre eso hace años, obsesionado. Algo que apenas he entrevisto pero sobre lo que me han hablado mucho, sobre ese castigo bíblico de puchas y «farinetes», de harina negra y agua poco más que potable. Me encanta y me horroriza a la vez. ¡Era el hambre de nuestros vecinos!.>>Por otro lado tus habas, que me encantan, deben de estar estupendas con Barbadillo. Isn’t?>>Un abrazo.
😀>Pues me refería al hambre endémica en Andalucía y Extremadura, a la de los jornaleros, no a la de la posguerra que afectó también a las clases medias, sobre todo urbanas: ¿recuerdas Carpanta?.>Pero es cierto, los jornaleros han pasado hambre hasta hace nada. A mí también me interesa y me apasiona el tema, sobre todo porque hemos olvidado completamente que hace nada éramos nuestros vecinos (del otro lado dele strecho).>Muy bueno el Barbadillo, aunque ahora hay gente que le pone muchas pegas. Por amistad yo uso más Gadir, sé que a veces es una especie de pecado usar vino de este tipo para guisar, pero las cosas saben mejor si el vino es bueno.>🙂
¿Y yo que no entendía a Carpanta?. No entendía «su» hambre. A lo mejor es porque yo era un niño inapetente, imagínate, al que sólo le gustaba la tortilla de patata. Y poca.>>Las cosas cambian. Y a veces para bien.>>Un abrazo.
😀>sí, lo entiendo, a mí me resultaba lejano siempre con tanta hambre y sin parecer pobre. Pero supongo que era una caricatura de la época, digo yo.>A mi me llevaron a un pueblo de la Sierra de Huelva para ver si engordaba un poco porque sólo comía pan, miel y alguna cosita más.>Odiaba la tortilla francesa a la que siempre le echaba azúcar por encima…>…pero me encantaban los chipirones en su tinta de mi abuela.>Otro abrazo
Uno de los pocos platos típicos de la gastronomñia de mi pueblo es el «conejo de habas» que no lleva ni conejo ni ningún tipo de carne, simplemente habas 🙂