Alubias blancas con Confit de pato

Las alubias con pato confitado son deliciosas, sobre todo por lo suave de las judías y el sustancioso sabor que le da el pato. Mi hija mayor es muy aficionada a este plato, le encanta «la cuchara». La receta me la he inventado y dice ella que está más rica que la original, que descubrimos juntas el año pasado en un «bistrot» de la Rue de Beaux Arts, por el barrio de Saint Germain.
Mi hermana mayor, que es médica, y aprendió a hacer foie en Provenza, mantiene que la grasa de pato no es mala para el colesterol…aunque ella tiene el colesterol alto y le encanta el foie, de manera que no sé si podremos fiarnos porque parece algo partidaria.
El caso es que este potaje no lleva más grasa que la del pato, y debo confesar que está riquísima. Pudiera ser que no se deba comer demasiadas veces, pero cuando lo hacemos será sin cargo de conciencia, disfrutando de lo lindo.

Algo para leer

Ha caído, recientemente en mis manos, un librito de Julian Barnes que me ha hecho pensar y reír, mucho reír y menos pensar, que tampoco doy yo para mucho. El autor hace una serie de consideraciones sobre su biografía como cocinero y luego analiza con mucho ingenio los libros de cocina, los que usa o los que compra compulsivamente, que es un pecado frecuente entre los que cocinamos cada día.
Me encantó que se definiera primero como el tipo de cocinero que adora recibir instrucciones precisas, porque es el que más abunda en mi entorno doméstico: el «cocinero accidental» de mi casa no para de pedirme instrucciones y me cansa con sus preguntitas concretas, a las que yo no sé responder. Imagino que la cocina, la familiar que no la profesional, ha sido un espacio cerrado para muchos hombres durante demasiado tiempo, por eso quien entra tarde en ella busca normas y reglas que le permitan moverse con cierta seguridad. Atribuyo más a eso que al carácter la necesidad de ser «El perfeccionista en la cocina«, que es el título del libro en cuestión, del que he seleccionado este párrafo ilustrativo de su contenido con el que estoy completamente de acuerdo:

(…) la relación entre la cocina profesional y doméstica tiene similitudes con un encuentro sexual. Una de las partes suele ser más experimentada que la otra; y cada una de ellas debería tener derecho a decir en cualquier momento: «Esto no lo hago».
 
El libro, que es muy divertido, me hizo reflexionar sobre la clase de cocinera que soy. Desde luego no una perfeccionista, aunque me molestan las recetas que son un tongo, aquellas que ni en broma salen como dicen los libros o como se ven en las fotos. Más bien creo que mi hacer en la cocina es intuitivo, anárquico, un poco creativo y sobre todo está lleno de suerte, porque la suerte es tan importante como la experiencia. No es que no busque la perfección en las recetas, rechazando los platos cuando me salen mal, o no todo lo bien que espero, pero con mucha frecuencia me salen bien a la primera, o eso dicen en casa, de manera que tiendo a confiar demasiado en mi misma, de ahí que no me dé apuro decir que las magdalenas son deliciosas o que la ensalada es excelente.
Aunque últimamente estoy pensando que estoy rodeada de pelotas. Ser pelota de una cocinera es un asunto muy rentable, que tiende a acumular halagadores/haraganes, porque pocas actividades necesitan más de palabras de elogio que la de hacer la comida cada día.

Tortas de polvorón

Cuando era niña, en los veranos de Rota (Cádiz) había un hombre al que llamaban «Cositas buenas» porque ese era el título de su pregón. Cada tarde se paseaba por la calle recitando las excelencias de las sinuosas «cositas buenas» que era la más deliciosa torta de polvorón que he comido en mi vida, y los cuscurros, que eran unos dulces duros que costaba romper y que más tarde los he visto parecidos en Marruecos. Los niños ensalivábamos nada más oir su voz y nos quedábamos pasmados ante el surtido canasto, esperando que mi madre fuera pródiga y nos comprara algunas, siempre para la cena porque nunca nos dejó merendar. No tengo que explicar que desaparecían por arte de magia antes de las ocho de la noche, con gran dolor para los incautos que no las habían distraído antes.
He hecho estas tortas buscando aquel sabor inimitable, no son como aquellas, pero sí puedo decir que están deliciosas. Se pueden hacer finas y doradas como la foto de arriba, o gorditas y menos tostadas como las de la foto de abajo, lo dejo a vuestra elección (yo soy de las doradas).

Ensalada de anchoas con aguacates

Este verano tuvimos el placer de recibir en casa a Josemari y Maite, y fue una gozada «cocinar para los amigos» en casa. Visitamos las bodegas de Osborne, cuyo trato siempre es cercano, generoso, una magnifica escuela para conocer los maravillosos vinos que se crían en el marco de Jerez.
Quedaron pendientes muchas otras visitas, a Sanlúcar de Barrameda que es un lugar paradisíaco donde se produce la manzanilla y los más ricos langostinos del mundo, famosos ya en época romana, que por algo llamaban a las marismas «Lacus Ligustinus».
Pues mientras quedamos esperando poderle hincar el diente a unos buenos langostinos nos vamos a conformar, gran consuelo donde los haya, con esta ensalada que hacen buenisísima (mejor que la mía) en la Venta Esteban de Jerez. Un consejo, hay que echarle más vinagre del que yo le echo, que es superior.



Videoblog de recetas

Magdalenas de aceite de oliva (extraordinarias)

 

La receta de estas magdalenas nos la pasó mi hermana Avencia (que también me pasó la de las exquisitas croquetas de bacalao), que vive en Córdoba y son típicas de allí. Especialmente pensadas para la intolerancia de la lactosa, para mi gusto son definitivas, riquísimas y bastante ligeras aunque por el aceite pudiera parecer lo contrario.

Siempre estoy buscando recetas de dulces que sea apta para intolerantes a la lactosa, así que si tenéis cosas ricas sin lactosa dejadme los enlaces de vuestras recetas que me vienen de perlas para mi hija (Nieves tú especialmente tienes riquísimas recetas sin lactosa)
Especialmente dedicado a mi amiga Reyes van los cartelitos que tiene el vídeo, que será una nueva costumbre, incorporada por sugerencia suya (Hola Reyes¡¡¡¡)