Hace tiempo que veo en una de esas franquicias de café una tarta con un centro de toffe, creo que es de queso, pero a mí me apetecía de chocolate blanco, que veo que está muy de moda entre las bloggers francesas a las que me gusta visitar algunas veces. Me ha encantado hacerla, especialmente porque hoy regresa «camerawoman» de su viaje de fin de carrera y le vuelve loca el chocolate blanco. Ha sido un invento afortunado, aunque en realidad debo muchos agradecimientos, em primer lugar por la magnífica idea del agar-agar que descubrí un día en una tienda compré… y olvidé. Gracias a Cuatro especias recordé que las tenía y le pedí instrucciones, y luego mi amiga Pilar, de la cocina de la Lechuza, me revalidó la importancia de las algas en la cocina gourmande. Debo reconocer que en esto, como en tantas otras cosas, los gallegos son maestros.
En casa estaban impacientes por comerla esta tarde, casi no terminó de enfriarse el toffe de dentro, y una vez que empezaron no me contestaban cuando les preguntaba qué les parecía: silencio absoluto. Como soy muy insistente he preguntado al menos 5 veces hasta que Luz me contestó: «No podía responder, estoy en éxtasis». Me encanta eso, me hace feliz por completo.
Así que, a pesar de mi dieta, no tuve más remedio que probarla y realmente me sentí como la Santa Teresa de Bernini.
Como postre es un éxito completo, muy recomendable y nada difícil.