Vuelta y vuelta

Hice muchas cosas que no debía y otras que están bien, media docena muy bien y un par son inmejorables, si depende de mí el mejorarlas.
De algunas dejaré constancia en este lugar al que vuelvo encantada por encontrar a tan buenos amigos.

Un pasito más


Estoy hecha de una masa muy tierna, algo más ligera que el brioche pero más densa que el merengue. Esto no me trae más que problemas a la hora de las despedidas ( y a otras horas también), porque me cuesta mucho separarme de todo aquello en lo que he puesto mi interés, mi tiempo o mi cariño.
No sé qué va a ser de mi huerto, con este calor y los tomates madurando tan lentamente que cada mañana recibo una lección de paciencia.
No sé si voy a tener internet en la playa, es algo que por arreglar, ahora mismo tengo más de mil motivos para gestionarlo, pero en cuanto llego allí todo cambia, los valores se alteran y también las prioridades; los horarios se difuminan y las rutinas se rompen en mil pedazos. Así que no sé si retomaré esta costumbre de hacer recetas en video y subirlas a este pequeño espacio.
En estos días me he dado cuenta de que el blog me relaja, me quita tensión en la vida diaria, rompe los tiempos de trabajo, por eso temo que una vez desaparezcan los efectos de esa presión mi interés no sea suficiente para hacer el papeleo y tener un módem móvil.
Vosotros, los que veniís por aquí y me comentáis y los que entran sin comentar, me ayudáis a sobrellevar momentos duros y comparto con vosotros una afición que sólo me da alegrías. Gracias por todos esos gratísimos ratos que tenemos aquí y en «lo vuestro».
Puede ser que haya un Delantal de Verano, también puede ser que no.
Hasta la vista, un fuerte abrazo.

Lectura con sabor

Un año en Provenza. Peter Mayle

Esta es una lectura de verano, suave, ligera, sin compromisos, que anima a comer, a guisar y a largas charlas nocturnas con la familia y los amigos. O sea el paraíso estival.
La he releído después de muchos años y me sigue gustando, sobre todo por la facilidad que tiene el autor de reírse de sí mismo y de contar con gracia todos los tópicos posibles de los franceses.
Ojalá que los hados, los dioses, los diablos, las brujas o los magos me deparan un viajecito por Provenza para este verano, que no veo yo nada posible la cosa contando sólo con el factor humano.

(…)»Intenté detenerle. Le dije que lo único que quería eran dos cajas del blanco, pero ni me quiso escuchar. Monsieur había hecho el esfuerzo de acudir en persona y era impensable que no gustase la selección. Además, dijo el tío Eduardo, él me acompañaría en el momento de ir probando las diferentes cosechas. Me dio una palmada en el hombro con su manaza y me obligó a sentarme.
Fue fascinante. Me contó de qué parte exacta de los viñedos provenía cada vino, y por qué ciertas laderas producían vino más ligeros o más fuertes. Cada vino que probábamos se vio acompañado por un menú imaginario, descrito haciendo chasquear los labios y levantando los ojos al cielo gastronómico. Mentalmente consumimos
écrevises , salmón a la acedera, pollo de Bresse al tomillo, lechal asado con una salsita de ajos cremosa, estouffade de buey con olivas, daube, pinchitos de solomillo con trocitos de trufa…Los vinos sabían cada vez mejor e iban siendo cada vez más caros; el vendedor que tenía ante mí era un experto y lo único que podía hacer era sentarme cómodamente y disfrutar«

Eso me gustaría a mí, sentarme cómodamente y disfrutar del vino, de la fantasía, de las largas tardes de verano…a ser posible en la Provenza.

Cena china

He aquí mi trabajo de recopilación y comentario en torno a la impresionate cena que nos ofrecieron nuestros anfitriones chinos en un nuevo restaurante que han abierto en mi ciudad. No es igual ir a un restaurante chino con ciudadanos chinos que ir por cuenta propia. Quien nos acompañaba no sólo conoce las excelencias de la cocina oriental, sino que además sabe lo que más nos gusta a los españoles de sus especialidades, por eso esa noche fue de lujo ASIÁTICO, nunca mejor dicho.
Me contó mi anfitrión, que es de Shanghai, que la cocina cantonesa puede guisarlo todo, menos del cielo el avión y de la tierra el camión. No hizo ostentación de ello, no pidió las delicias que más seducen en su país, que a nosotros nos causarían admiración, pero dudaba que nos gustara. A cambio fue tan amable de pedir que nos enseñaran la cocina y quedé asombrada.
El wok no tiene nada que ver con lo que nosotros podemos tener en casa, por bueno que sea, el chorro de gas, que ellos manejan con un pedal en el pie, da tanta potencia de calor que los fritos apenas tienen un ligero sabor a un aceite muy suave y no se pueden indigestar, por más que se coma. Se entiende, de esta manera, que las verduras sudan y se hacen en su propio jugo en un instante.

Lo probé todo y no pasé mala noche, ni indigestión ni nada más que la enorme felicidad que se tiene después de una buena cena…de esas que «están las sepulturas llenas«. No, en serio, la verdura final, salada con cierto regusto a ajito te deja nueva.

Crêpes hojaldrados de Imane

En el Riad Lotus Privilège, en Marrakech, la cocina es una cosa seria, las cenas son sofisticadas y exquisitas, y en los desayunos triunfa el buen hacer de Imane con un surtido de crêpes impresionates entre los que destaca esta maravilla hojaldrada. Están inmejorables con un poco de miel de azahar encima, para los muy golosos seguro que también le queda bien la Nutella.
No son fáciles de hacer, requieren un manejo de las masas que en Marruecos, maestros en el hojaldre, es bastante más corriente que aquí.
Los ingredientes me los han preparado, muy amablemente, en la cocina del Riad, pero voy a investigar para ver si se pueden encontrar aquí también. Como grabé la receta voy a montar el video pero lo explico desde estas líneas porque aún no he aprendido a integrar el sonido en mis videos y tiene el sonido original.

El crêpe redondo es más grande y se llama Melhoui, el cuadrado es más pequeño y se llama Msamne.

Ingredientes:
250 gms de harina de trigo duro.
150 grms de harina tamizada.
20 gms de sémola de trigo duro (para espolvorear la masa cuando se pliega)
un vaso de agua a temperatura de grifo

un vasito pequeño de aceite de girasol
un vasito pequeño de mantequilla derretida.

Se hace un pequeño volcán con la harina de trigo duro y la harina de trigo tamizada, se le añade un poco de sal y una cucharada sopera de azúcar que le dará algo de dureza a la masa. En medio se hace un hoyito y se vuelca algo de agua. Se trabaja la masa añadiéndole el agua poco a poco. Al principio veremos como si el agua rezumase, sobrando de la masa, pero luego la integra perfectamente, la retiene y gana en firmeza, inflándose un poco, se queda elástica. El resto es cuestión de ver a Imane amasando que es todo un espectáculo, la forma del amasado y plegado recuerda al hojaldre. Importántísimo en el crêpe redondo es romperlo al final con dos golpes, uno en horizontal y otro en vertical que en el video no lo he captado claramente.



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