Croquetas

Cada familia tiene su receta de croquetas y las de bacalao son de mi hermana Avencia, las de jamón son las de mi madre de toda la vida.
Primero las de bacalao:
150 grms de bacalao desalado
150 gms de harina
4 cucharadas soperas de aceite
80 grms de mantequilla
1 litro de leche
Un par de cebolletas tiernas
perejil
un diente gordo de ajo
sal al gusto
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=prwkdDlkisg&w=420&h=315]
Las de jamón convendría que fueran de ibérico porque están mucho mejor, pero si no hay vale bien el jamón de cerdo blanco:
200 grms de jamón picado
150 grms de harina
4 cucharadas soperas de aceite
1 litro de leche
una cebolleta grande
sal al gusto
un pellizco de pimienta molida.


Videoblog de recetas, croquetas, jamón, bacalao

Berza gaditana

La berza en Cádiz no es una verdura, ni col, ni similar, es una mixtura de cocido y potaje de garbanzos, aunque se le pueden añadir también algunas alubias blancas. Es sabrosísima y riquísima en todas sus variantes: de habas y guisantes, que es la que se explica en el video, de espinacas, o de acelgas y apio.
Por si acaso, y porque soy algo caótica en mis producciones audiovisuales, consigno aquí todos los ingredientes:
Para cuatro personas:
Garbanzos en la cantidad que cada casa estime oportuno, medio kilo está bien para cuatro personas.
750 grm de jarrete de ternera
Un trozo de tocino fresco y otro más pequeño de tocino curado (poquito si hay restricciones de colesterol, pero si es tocino ibérico se puede uno relajar).
Chorizo y morcilla al gusto (2 + 1, por este orden, es mi recomendación)
medio vaso pequeño de aceite de oliva virgen
sal
un pimiento
una cebolla
una cabeza de ajo
una ramita de hierbabuena
una patata


No estoy muy segura de si comer berza en verano es un sacrilegio o se gana indulgencia plenaria, se lo preguntaré a Rouco.

Sabor de primavera

Apenas cuatro generaciones nos separan del hambre. Hasta hace nada endémica entre los jornaleros de la España latifundista.

(…)En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre. (…)
Unos amigos con huerto me han regalado unas habas tiernas, recordé cómo se preparaban cortadas y enteras en casa de mi abuela, refritas con ajos y hojas de lechuga.
Cuando estaban crecidas, oscuras como un cardenal en el muslo, las rehogaban con el aliño de los espárragos trigueros, «esparragadas». También se las he visto dar secas a las vacas.
Hoy se venden en bolsitas congeladas o en exquisitos tarros, fritas en aceite de oliva, las habas baby. En poco tiempo nos hemos vuelto ricos y sobrealimentados, prueba evidente de que se puede acabar con el hambre.
Las he desenvainado disfrutando de la blancura interna del envoltorio, húmeda, blanda; de las manos me subía el fresco olor a tierra, amargo, de la diminuta simiente.
Las puse en una sartén con aceite y cebolletas; luego las dejé hacerse nadando en un chorrito de vino blanco de Cádiz, agua y sal. Al final, una vez consumidos los líquidos, trocitos de jamón y preparadas para hermanarse con unos huevos revueltos.

Leche Frita

Es casi imposible encontrar una buena leche frita en un restaurante. Desde luego en el Sur de España uno o ninguno; en los del Norte, que cuidan más, mucho más, los postres tampoco he tenido la suerte de encontrármelo, salvo una vez en Asturias.
Han sido tantos los malos ratos que he pasado con un tarugo chicloso al que alguien ha bautizado como leche frita que ya no me atrevo a pedirla en ninguna parte.
Debe ser como las buenas croquetas, un poco crujiente por fuera y blandito y dulce por dentro; nadie debería excederse con el tamaño, en porciones pequeñas es mucho más deseable que grandes como ladrillos de serrín.
La gente que pide al final de la comida leche frita me cae muy bien, así se identifica un buen dulcero, no uno de esos postreros vergonzantes que piden «Tiramisú» pensando que me van a engañar. El tiramisú no es ni café, ni queso, ni chocolate, ni licor ni ná ni ná porque todo eso junto no supera uno sólo de esos ingredientes si es bueno. Un engendro para los que no se atreven a acabar una comida pidiendo un café (ya sé que me haré enemigos).
Tengo una receta riquísima de leche frita, porque mi madre ha sido y será la mejor hacedora de croquetas del mundo mundial, aunque ese sea un título que disputan todos los hijos para sus madres respectivas. Pero en mi caso es de verdad de la buena.
Receta:
En un cazo de ponen a hervir tres cuartos de litro de leche, con unas mondas de limón y una rama de canela, si, como en mi caso, no se dispone de canela se le echa un poquito de la molida. Una vez que hierve, se cuela y se endulza a gusto del consumidor, unas cinco cucharadas soperas de azúcar es lo que yo suelo estimar conveniente. Se deja enfriar un poco mientras se tuesta la harina.

En una ollita se derriten unos 50 grms de mantequilla sobre una cucharada de aceite, 120 grms de harina fina de repostería y se tuesta un poquito, que no se queme. Una vez ha tomado color se añade poco a poco la leche removiendo bien hasta que la consistencia sea pastosita, pero no engrudosa ( en esto la experiencia es muy importante), unos cinco minutos se tarda. Por último se bate un huevo y se remueve fuerte fuerte para que mezcle bien, ya con el fuego apagado. El huevo pone la masa muy suave.

Se vuelca sobre un molde bajo y ancho para que enfríe, y una vez que se le ha pasado el calor y ya no echa humo se deja en la nevera a que endurezca. Es mejor envolverlas al día siguiente para que la masa sea más manejable porque deben haber quedado un poquito blanditas, no mucho, pero sí la parte de arriba más durita y la de abajo pegajosa y suave.

Se rebozan como las croquetas. La forma que se les suele dar es cuadrada, pero a mí me gusta en bolitas redondas, que parezcan trufas amarillas. Primero se pasan por huevo y luego por pan rallado. Una vez que se fríen, se les da un toque en un platito de azúcar mezclado con canela y se sirven sobre esas envueltas de papel oscuro, las de bombones y trufas.
Se ofrecen en pequeñas cantidades que nadie pueda hartarse. La leche frita debe ser por siempre deseada.