Mousse de chocolate super exprés

Este fin de semana he conocido por fin a Margarida, un ratito en la mañana que nos ha sabido a poco, porque ella es una de las personas más positivas que he conocido y da afecto no sólo con su cocina sino con sus palabras. Y conste que sus recetas son espléndidas porque que nos regaló una empanada deliciosa.
Y algunos días necesitamos imporvisar meriendas en las que no estás segura de cuánta gente va a venir. Por eso resulta muy socorrida esta Mousse exprés de chocolate, incluso cuando no se tienen suficientes huevos pero sí un chocolate muy bueno. Falta la voz en off que diga «¡Chocolate!!!!», anda trabajando en cosas de cine.

Tarta de manzanas fantástica

De niña leía, con envidia, el cuento de Rumpelstiltskin por las 7 tartas de manzanas que se había comido la protagonista, o al menos así se describía en el libro («el mundo de los niños») que teníamos en casa. Las ilustraciones eran preciosas, en blanco y negro a plumilla, de una niña que llevaba el típico gorro de las mujeres de Normandía, de encaje, estrecho y alto, no muy sofisticado porque se trataba de una jovencita con la que todas nos podíamos indentificar. Y recuerdo las tartas, humeantes, partidas en su centro por tres rajitas para que respire en el horno, se parecía mucho a la Apple pie de El cocinero Fiel. Siempre quise comer siete tartas de cuento de hadas.
El caso es que cuando me compré la Thermomix experimenté con una muy parecida, del recetario, pero tuneada un poco a mi gusto. La acompañé de natillas, y es deliciosa. Dejé de hacerla por la intolerancia a la lactosa de mi hija mayor, pero era un festín cuando nos la comíamos. Ha vuelto después de tiempo porque mi hija pequeña celebraba su cumpleaños y me la pidió (la mayor se quejaba de no poder tomarla desde su ventanita de Skipe).
Sigue igual de delicada y asombrosamente rica. Sin duda es la tarta de manzanas más buena que he comido.

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Bizcocho tonto o mi personal magdalena proustiana

Es frecuente que la lectura de un escritor nos lleve a otros que se citan en el libro que leemos. En mi caso se trata de una espeice de matriuska infinita de la que no paran de salir muñecas que a su vez tienen otras en su vientre.
Digo esto porque fue Bryce Echenique, al que recordaba recientemente Vargas Llosa entrevistado en Nostromo, en su cuento «magdalena peruana» el que me hizo desear leer a Proust (no hay motivo de alarma, aún no he terminado «A la búsqueda del tiempo perdido«).
¿Y a qué viene toda esta historia? porque este bizcocho, su olor y su sabor remojado en una taza de té negro con bergamota y un poco de leche, es mi personal magdalena proustiana que me hace regresar a la infancia, a la cocina de la casa de mis padres, al rito imprescindible de las meriendas en la galería de mi abuela.
He perdido los ritos. La prisa, la necesidad de aprovechar el tiempo elimina, estúpidamente, elementos necesarios para la vida. Desaparecen los tiempos de pequeños actos felices, como el silencio y el calor de servirme un té, dejar que su olor se despliegue en el entorno, esperar sin hacer nada, a que se enfríe lo suficiente para beberlo. Y acompañarlo de algo rico para «empapar». Eso es vivir.

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Pastel de berenjenas y receta básica de refrito de tomates

Aunque no renuevo tanto, en esta entrada de otoño, no dejo de guisar e inventar cosas nuevas. Por eso, como me he retrasado un poco hoy ofrezco dos recetas por una: el refrito básico que uso para hacer cualquier arroz, lentejas, pasta o fideos, sirve también como base para un guiso de carne o de pescado, en fin, es un comodín insustituible en la cocina. Además un compañero, profesor de Biología, me ha dado un truco para que se haga el vacío al guardarlo en un bote de cristal y se pueda almacenar durante mucho tiempo sin que se estropee.
Una buena receta en tiempo de berenjenas…que según el refrán a las niñas se les cae la melena.
Pastel de Berenjenas

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Refrito de tomates

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Galletas de coco al estilo de las Chiquilín

En casa no gusta nada el coco, y yo recordaba que las galletas Chiquilín están hechas con coco y todos las adoran. Había que romper el prejuicio y por eso intenté darles un sabor próximo. Nos encantaron, han desaparecido en media tarde. Riquísimas, la verdad.
Mi hija me sugiere que las rellene de chocolate, pero tal cual son espectaculares.

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